Capítulo I
Soy aviador. Aprendí a pilotear aviones y gracias e ellos pude volar un poco por todo el mundo. Hace seis años tuve que aterrizar por la fuerza en el desierto de Sahara. Algo se había roto en mi motor y como no tenía ni mecánicos ni pasajeros mi dispuse a repararlo solo.
La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más aislado que un naufrago sobre una balsa en medio del océano. Imagine mi sorpresa, entonces cuando una pequeña voz me despertó.
— ¡Por favor... dibújame un cordero!
— ¿Eh?
— ¡dibújame un cordero!
Me puse de pie de un salto como golpeado por un rayo. Me froté los ojos. Y lo vi por primera vez: era un hombrecito enteramente extraordinario, que no dejaba de observarme. Mis ojos estaban absortos por el asombro. No se olviden que me encontraba en pleno desierto a mil millas de toda región habitada. Cuando al fin pude hablar, le dije:
— Pero, ¿Qué haces aquí?
— ¡Por favor... dibújame un cordero!
— No sé dibujar.
— No importa, dibujarme un cordero.
Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecerle. Entonces, por más absurdo que pueda parecer, saqué del bolsillo una hoja de papel y un lápiz. Lo dibujé y se lo di.
— Ese cordero está muy enfermo. Dibújame otro.
Y sin pensar demasiado lo hice y se lo entregué. Mi amigo sonrió amablemente.
— Este no es un cordero, es un carnero. ¿Ves? tiene cuernos.
Rehíce otra vez mi dibujo y volví a dárselo, pero lo rechazó como los anteriores.
— ¡No, este es demasiado viejo! Y yo quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Impaciente como estaba por seguir con el arreglo de mi avión, decidí dibujarle una caja e se la di.
— Toma. El cordero que quieres está adentro de esta caja.
Su rostro se iluminó de repente.
— Este es exactamente como lo quería. ¿Crees que necesitara mucha yerba este cordero? Porque mi casa todo es muy pequeño, hasta la yerba.
— Alcanzará seguramente. El cordero que te regalé es muy pequeño.
Inclinó la cabeza hacia el dibujo de la caja y espió.
— No es tan pequeño. ¡Mira! Se ha dormido.
Y así fue como conocí al Principito.
Nenhum comentário:
Postar um comentário