04 março 2012

Texto: Trozo del libro EL PRINCIPITO





 Capítulo I

Soy aviador. Aprendí a pilotear aviones y gracias e ellos pude volar un poco por todo el mundo. Hace seis años tuve que aterrizar por la fuerza en  el desierto de Sahara. Algo se había roto en mi motor y como no tenía ni mecánicos ni pasajeros mi dispuse a repararlo solo.
La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más aislado que un naufrago sobre una balsa en medio del océano. Imagine mi sorpresa, entonces cuando una pequeña voz me despertó.
     ¡Por favor... dibújame un cordero!
     ¿Eh?
     ¡dibújame un cordero!
Me puse de pie de un salto como golpeado por un rayo. Me froté los ojos. Y lo vi por primera vez: era un hombrecito enteramente extraordinario, que no dejaba de observarme. Mis ojos estaban absortos por el asombro. No se olviden que me encontraba en pleno desierto a mil millas de toda región habitada. Cuando al fin pude hablar, le dije:
     Pero, ¿Qué haces aquí?
     ¡Por favor... dibújame un cordero!
     No sé dibujar.
     No importa, dibujarme un cordero.
Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecerle. Entonces, por más absurdo que pueda parecer, saqué del bolsillo una hoja de papel y un lápiz. Lo dibujé y se lo di.
     Ese cordero está muy enfermo. Dibújame otro.
Y sin pensar demasiado lo hice y se lo entregué. Mi amigo sonrió amablemente.
     Este no es un cordero, es un carnero. ¿Ves? tiene cuernos.
Rehíce otra vez mi dibujo y volví a dárselo, pero lo rechazó como los anteriores.
     ¡No, este es demasiado viejo! Y yo quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Impaciente como estaba por seguir con el arreglo de mi avión, decidí dibujarle una caja e se la di.
     Toma. El cordero que quieres está adentro de esta caja.
Su rostro se iluminó de repente.
     Este es exactamente como lo quería. ¿Crees que necesitara mucha yerba este cordero? Porque mi casa todo es muy pequeño, hasta la yerba.
     Alcanzará seguramente. El cordero que te regalé es muy pequeño.
Inclinó la cabeza hacia el dibujo de la caja y espió.
     No es tan pequeño. ¡Mira! Se ha dormido.
Y así fue como conocí al Principito.

Nenhum comentário: